Wednesday, June 15, 2011

Philip Jackson

Los aspectos repetitivos, rutinarios y obligatorios de la vida en el aula pueden dar la impresión de que la escuela tiene que ser un lugar desagradable. Y seguramente lo será para algunos estudiantes en ciertos momentos. Sin embargo como también se ha advertido, sabemos que otros en el aula como un lugar delicioso e interesante. ¿Hasta qué punto son diversos los sentimientos de los estudiantes respecto de su vida académica? ¿Predominan los sentimientos negativos o positivos? ¿Pueden decirnos los profesores cuáles son los alumnos satisfechos y cuáles no lo están?. Es decir las actitudes hacia la escuela ¿están relacionadas significativamente con la calidad del rendimiento educativo?.
Los aspectos repetitivos, rutinarios y obligatorios de la vida en el aula pueden dar la impresión de que la escuela tiene que ser un lugar desagradable. Y seguramente lo será para algunos estudiantes en ciertos momentos. Sin embargo como también se ha advertido, sabemos que otros en el aula como un lugar delicioso e interesante. ¿Hasta qué punto son diversos los sentimientos de los estudiantes respecto de su vida académica? ¿Predominan los sentimientos negativos o positivos? ¿Pueden decirnos los profesores cuáles son los alumnos satisfechos y cuáles no lo están?. Es decir las actitudes hacia la escuela ¿están relacionadas significativamente con la calidad del rendimiento educativo?.

Aunque preguntas como estas pueden parecer bastante directas y a su importancia, no todas estas cuestiones han sido objeto de un análisis serio por parte de educadores e investigadores.
Opiniones de los profesores
En la enseñanza, como en cualquier otra actividad, existen maestros expertos de quienes los aprendices pueden deberían aprender. Aunque quizá no haya un acuerdo perfecto sobre quien merece este título, es probable que en cada sistema escolar pueda hacer al menos un grupo de profesores a los que pueda considerar como sobresalientes según casi todos los modelos. La profesión en conjunto podría ganar mucho de estas personas pero, como observo DEWEY:

los éxitos de estos individuos suelen nacer y morir con ellos; sus consecuencias beneficiosas abarcan tan solo a aquellos alumnos que tienen un contacto personal con estos profesores dotados, la única manera de impedir semejante pérdida en el futuro consiste en la utilización de métodos que nos permitan realizar un análisis de lo que el profesor dotado hace intuitivamente, para que algo de lo que se origina en su trabajo se pueda comunicar a otros.

Como da a entender la sugerencia de Dewey, quizá el modo ideal de aprender algo de estos profesores sea observable en acción. Desde luego la mayoría de los formadores docentes se conducen como si así fuera.

Con frecuencia, la observación desempeña un importante papel en los programas de formación del profesorado y de emplea cada vez más en la investigación educativa. Pero la conducta del profesor en el aula no siempre revela lo que queremos saber. Las actitudes profesionales, los sentimientos de satisfacción y de decepción que acompañan al éxito y al fracaso, los razonamientos subyacentes a la acción y muchos otros aspectos de una actividad resultan escasamente perceptibles si no es a través de conversaciones con una persona que los haya experimentado.

La inmediatez de los acontecimientos en el aula es algo que nunca podrá olvidar cualquiera que haya estado a cargo de una clase llena de estudiantes. Existe una exigencia del aquí y ahora y una cualidad de espontaneidad que aporta interés y variedad al trabajo del profesor, aunque también puede contribuir a la fatiga que se siente al final del día.

Aunque la enseñanza puede concebirse como interesada, ante todo, por la reorganización cognitiva por la producción de cambios invisibles dentro del estudiante; este grupo selecto de profesores no se apoyaba mucho en piadosas esperanzas de recoger una <<cosecha invisible>>. Desde su punto de vista, los resultados de la enseñanza eran o son completamente visibles. Un aspecto de esta inmediatez particularmente evidente en los informes de nuestros profesores era el grado en que utilizaban fugaces indicios de la conducta para averiguar cómo estaban realizando su trabajo.

En el siguiente dialogo veremos al entrevistado y a un profesor de octavo curso, acerca del trabajo del docente.



ENTREVISTADOR: - ¿Cómo puede saber cuándo está haciendo un buen trabajo?

PROFESOR:- Basta con mirar sus caras.

ENTREVISTADOR.- Dígame más sobre eso.

PROFESOR:- Pues claro, permanecen atentos, parecen interesados, inquisitivos, como si estuviesen dispuestos a preguntar algo. Se les ve con el deseo de aprender nuevos temas o acerca de conocer más sobre el mismo tema… y otras veces sabemos que no han hecho un buen trabajo cuando miran a la musaraña, se muestran desinteresados o adoptan una actitud de indiferencia. Bueno pues entonces uno se siente mal. Sabe que ha realizado un buen trabajo deficiente.

Una profesora intenta destacar las señales que le indican cuando una de sus lecciones se ha desarrollado particularmente bien y acaba, como hicieron otros, mencionando las muestras visibles de atención y entusiasmo.

Un hombre que inicio su carrera docente en la enseñanza secundaria y que desempeña ahora su trabajo en quinto curso advierte un paralelismo entre la sensibilidad del actor ante su audiencia y la relación del profesor a cambios sutiles en sus alumnos. Para él no resulta nada difícil determinar su eficacia.

Es la cosa as fácil del mundo. Al primer bostezo ya sabes que estás perdiendo. La enseñanza y el aprendizaje cuando no son agradables y divertidos resultan muy difíciles. Cuando los chicos no lo pasan bien, cuando no prestan atención, ni están bien sentados la razón es esa, un sentido teatral es algo que no se puede aprender, pero un buen actor es capaz de entender a su audiencia. Sabe cuándo va o no va bien una representación simplemente porque eso se siente en el aire, y lo mismo sucede en el aula uno puede sentir cuándo se resisten los niños.

A veces puede que les agrade inmensamente pero que de ahí no aprendan nada. Puedes decir cuándo están entusiasmados, pero tienes que hacer algunas preguntas para saber si aprenden o no. Si algo no les gusta a los niños simplemente te lo dicen <<no quiero volver a hacer eso nunca más>>. ¿Cuándo nos vamos a casa? O algo por el estilo, son muy sinceros, pero si no entienden lo que estás haciendo no lo expresan verbalmente. Se subirán a la mesa, se meterán bajo la silla o emprenderán una silenciosa tentativa de escape, claramente no quieren ver tener nada que ver con el conjunto de la idea, Y además, si se les preguntase, responderían pero no con mucho entusiasmo. Se vuelven muy pasivos y, generalmente no ocasionan ninguna perturbación, pero tú sabes que no están prestando atención alguna.

Algo menos fugaces que las expresiones de alerta y las manos alzadas son las indicaciones de que el alumno está deseoso de trabajar por encima y más allá de las expectativas mínimas.

Los docentes atribuyen a varias razones el hecho de su aversión hacia los test de papel y lápiz. En los primeros cursos, por ejemplo se dispone de pocos test comercializados, aun en el caso de que el educador quisiera utilizar este tipo de evaluación formal.

En las escuelas con un programa formal de aplicación de test, los resultados, si llegan a comunicarse al profesor, se recibe demasiado tarde para serle de alguna utilidad. Sin embargo y desde un punto de vista psicológico, la escases de instrumentos útiles y las deficiencias prácticas administrativas en su forma de desarrollarlos no son tan importantes como una desconfianza general hacia los test que resulto evidente en varias de las entrevistas. Pueden identificarse dos formas principales de esta desconfianza. En primer lugar, existe la creencia de que los niños se comportan atípicamente en los test, que a menudo, su información no confirma el juicio del profesor, formulado a partir de sus contactos en el aula. Además, cuando se producen estas contradicciones entre resultados de un test y el juicio del profesor, lo más probable será que este niegue precisión a la información de la prueba, en vez de alterar su valoración previa del estudiante. La siguiente serie de observaciones es típica de este punto de vista.

<< Aplico test escritos, pero no cuento demasiado con ellos. Según mi propia experiencia personal, yo puedo conocer una materia y no realizar muy bien un test sobre la misma. Doy mucha importancia a la participación oral en clase y soy capaz de decir si están o no interesados>>.

<<Desde luego los test ayudaran algo, pero no creo que el niño responda siempre a un test de modo que pueda revelar exactamente sus progresos. Muchos alumnos jamás realizaran bien una prueba, aunque su trabajo diario revele que están progresando. Se puede juzgar también su evolución por cambios en las actitudes>> Cuando su actitud comience a cambiar y les guste hacer lo que hagan y puedan hacerlo, entonces considero que están evolucionando positivamente.

Una profesora de cuarto hizo el siguiente comentario cuando se les pidió que describiese las condiciones bajo las que su conducta docente estaría influida por el rendimiento en los test de sus alumnos. Y respondió: me influiría, por ejemplo, que todos mis alumnos tuvieran resultados bajos en lectura. Pero eso no sucederá, quiero decir que, cuando suceda puede que no tenga nada que ver con el profesor.
Los comentarios de las entrevistas transmiten así la impresión de que el profesor eficiente de primaria no recurre a menudo a medidas objetivas de rendimiento escolar en busca de datos sobre su eficacia y como fuente de satisfacción profesional. Por el contrario la pregunta de cómo lo está haciendo parece responderse por el flujo continuo de información que recibe de los alumnos durante la sesión docente. Las expresiones espontáneas de interés y entusiasmo figuran entre los indicadores más valorados de una buena docencia, aunque también se mencione frecuentemente la calidad de las aportaciones de los estudiantes a las sesiones diarias.

La actitud de estos profesores hacia la aplicación de pruebas y a su apoyo a los fugaces indicios de la conducta se combina para crear una aparente paradoja: educadores orientados hacia el presente en instituciones orientadas hacia el futuro. En apariencia los profesores son capaces de aplicar test y lo hacen y pueden mantener su atención en objetivos a largo plazo a la vez que se concentran en los signos inmediatos de la participación y el entusiasmo del estudiante. Pese al hecho de que sea posible tal concentración doble, se vislumbra que puede llegar a convertirse, bajo ciertas circunstancias, en una fuente de incomodidad para el docente. Nuestro material de entrevistas revela algunos indicios de esa incomodidad, incluso entre profesores que han logrado una envidiable reputación en sus sistemas escolares.

Después de ver la inmediatez pasaremos a un tema denominado naturalidad, y este resulta evidente en dos puntos de los comentarios de muchos profesores. Aparece primero en las descripciones que estos hacen de su estilo docente. La mayor parte de las veces en que se les pedía que refirieran su forma peculiar de trabajar con los niños, los profesores se concentraban en el grado relativo de formalismo o de naturalidad que caracterizaba su trabajo diario. Para varios docentes la pregunta global del estilo parecía reducirse a la interrogante más concreta referida al modo en que utilizaban su autoridad en clase.

<<Yo creo que me muestro muy natural con los niños y que utilizo un tono sutil e incluso sarcástico con ellos si me parece necesario>>.

Con frecuencia nuestros entrevistadores compararon esta forma de actuar con la de los profesores anticuados o con las de docentes que ellos habían tenido en su niñez. Como podía esperarse, estas comparaciones se centraron generalmente en la mayor libertad y la naturalidad desarrolladas en las aulas de los entrevistados. Es típica la respuesta de un profesor de quinto curso:

<<Me muestro muy amistoso y cordial con los niños. Mi actitud es muy diferente al tipo anticuado de enseñanza que yo recibí, realmente lo es. En esta escuela es muy agradable enseñar; los niños se muestran muy receptivos al aprendizaje. Así que probablemente aquí resulta más fácil que en otros lugares>>

Estas referencias a la naturalidad no sorprenderán probablemente a nadie que haya paso mucho tiempo en las escuelas primarias modernas, en particular las de las comunidades periféricas. Características del aula de hoy son las mesas que se pueden desplazar.
Philip Jackson
Los sentimientos en el aula
La escuela es un lugar donde se aprueban o suspenden exámenes, en donde suceden cosas divertidas, en donde se tropieza con nuevas perspectivas y se adquieren destrezas. Pero es también un lugar en donde unas personas se sientan, escuchan, aguardan, alzan la mano, entregan un papel, forman cola y afilan lápices.
Pero realmente los profesores se percatan de eso, creo en la actualidad ahora los docentes se preocupan por enseñar, por que el alumno apruebe la materia, que de nuevo se ha hecho cuando por ejemplo Philip Jackson menciona de la violencia en los niños o de las burlas entre estos mismos, en la actualidad que docente ve y anda detrás de los alumnos a ver que hacen como se hablan, por ende es imposible que el profesor haga eso pero es importante retomar lo que este autor nos dice y ver realmente cuáles son sus necesidades que el alumno necesite.
El alumno nos dice Philip Jackson que tiene que permanecer en las aulas quieran o no, pero si el alumno decide por su cuenta sola creo es importante respetar su decisión y no tener un alumno nada mas calentando una silla mas, es importante saber que piensan y como se sienten los alumnos dentro de un aula, cuidar esos pequeños pero que al final resultan ser grandes detalles que sufre un niño o lo vive dentro del aula.

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